El avión tardó diez horas en dejarme en la terminal de llegadas. Nieve era lo que se veía tras los cristales y a las máquinas, enzarzadas en la tarea de despejar la pista, que andaban tripuladas por el personal del aeropuerto de Newark (Nueva York ). “Bajar, bajar, bajar” –obsesionaba a mi mente- “aire libre, puro, no aire enclaustrado y mil veces respirado y espirado”. Relajarme, relajarme, -los consejos vagaban por mi mente intentando inyectar tranquilidad . “Y ahora cuando baje, ¿qué? El aeropuerto está cerrado por la tormenta de nieve” y yo viajo sola, histéricamente sola . ¿Dónde dormiré? ¿Dónde meteré esta noche mis huesos? ¿Donde estiraré mi anatomía para alcanzar el merecido sueño? Aeropuerto cerrado, vuelos cancelados... y en las postreras horas qué será de mí y de esa tremenda maleta que esclaviza mis músculos y que acuclilla mi cuerpo". “ Relax woman , relax , hay un superhéroe dentro de ti”, me decía como una terapeuta de la vida. Un par de hombres latinos trab