LA COMBINACIÓN PERFECTA
El político entró en la sala. La mirada seria, un repaso a la concurrencia, como un militar inspeccionando a sus ejércitos. Miró su sillón, y fue a sentarse. Pronto quedó como un ángel con la aureola del tapiz rojo del respaldo sobresaliendo tras su figura. Quedaba bien con la sala, sobre todo con el sillón, combinaba con el cargo, su boca hacía juego con el micrófono nuevo y orondo situado ante él para engrandecer cada una de sus palabras, para que ningún oído se quedara sin percibir su clamor sabio. Sentado allí tuvo un par de minutos para examinar a su público. Primero al de la derecha. Uno nuevo. ¿Quién será?-se preguntó- Vendrá a quejarse. Le echaré si osa. Tiene pinta de sorprendido, seguro que es un votante. Le sonreiré ante la duda. El político sonrió, como un cachivache de sonrisas automáticas en estado de pruebas, la contrahecha sonrisa asustó al asistente, que miró hacia atrás empeñado y esperanzado en que aquello tuviera otro receptor. Después, el político se
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