EL CIUDADANO RICK

Rick paseaba, en verano, con sus sandalias Teva, el rostro huesudo y expresivo, las piernas enfundadas en los bermudas y la boca siempre hablando, relinchando de política, y vomitando críticas sobre la jeta de su presidente: George Bush.
De vez en cuando, se acercaba al aparato detector de terremotos para sopesar su funcionamiento, seguiría vivo un par de decadas más, el cachivache setentón pillaría un par de terremotos antes de la jubilación. Después ponía la música, alta, estridente y moderna para que llenara de juventud sus cincuenta y tantos años, y sus compañeros del Departamento de Sismología pudieran sonreír levemente.
Hablaba rápido, demasiado para un no nativo, y divagaba sobre Francia y de lo bien que se portaban los franceses con su padre: uno de los supervivientes del desembarco de Normandía.
De vez en cuando, se acercaba al aparato detector de terremotos para sopesar su funcionamiento, seguiría vivo un par de decadas más, el cachivache setentón pillaría un par de terremotos antes de la jubilación. Después ponía la música, alta, estridente y moderna para que llenara de juventud sus cincuenta y tantos años, y sus compañeros del Departamento de Sismología pudieran sonreír levemente.
Hablaba rápido, demasiado para un no nativo, y divagaba sobre Francia y de lo bien que se portaban los franceses con su padre: uno de los supervivientes del desembarco de Normandía.
Todos los años, el gobierno francés le tendía la invitación a su padre, honores y primores le caían entonces, porque Francia aún recuerda, un cementerio inmenso donde se postran miles de tumbas de hombres patrióticos le obliga a ello.
Y Rick adora esos aires bohemios de Francia.
Y Rick adora esos aires bohemios de Francia.
-Cualquier día de éstos -no hace más que repetirlo como una amenaza espetada en la cara del mismísimo Bush- Cualquier día de éstos, me voy a Europa, estoy harto de este país, las cosas van muy mal.
Rick tiene todo el aspecto de un ciudadano de los Estados Unidos, quizá, la mente, la tenga un poco hereje, divergente, pero adora a su país, y por eso se enfada y se cabrea, no puede evitar odiar al que trata de hundir lenta, pero inexorablemente, su hogar: G. Bush.
Comentarios
el odio es un sentimiento al cual hay que repstear demasiado, y creo que estoy tan molesto como tu amigo con respecto a ese tipo, G.B., ouajjj molesta hasta nombrarlo.
saludos!
(¿porque no puedo hacer un comentario sin tener cuenta en "google"? esto huele a corporativismo...)
Señor Kruschev?? Señor Groucho (cuánto señor de repente) me hace usted sentir ignorante.
Saludos