EL CUENTO DEL PERSONAJE, ÚLTIMA PARTE
Esta vez la escalera tenía concurrencia, atletas urbanos que subían y bajaban ,sin mostrar cansancio, los quince pisos de la institución. Me los imaginé desperdigándose por la ciudad con los voraces cuentakilómetros de sus piernas. Pero al poco me vi caminando de nuevo solo, atravesando un pasillo inmenso que de repente se resquebrajó en otros tres. En fin, -razoné- ni derechas ni izquierdas, nada de extremismos y siempre el camino del sabio: el del centro. Seguí por ese pasillo, sin ventanas, opaco, como el nicho de un gusano tremendo. Llegué a su final y desemboqué rodeado por los mismos pasillos de antes. Y allí estaban, de nuevo, una mesa y un sujeto. Me acerqué glorioso, sabiendo que había tocado el techo jerárquico y que ese hombre encarnaba la voluntad suprema. Esos cuarenta años, quizás esa flor de madurez, esa tez donde se fruncía el ceño de un hombre meditabundo: ése era sin duda el rostro de mi salvador. -Realmente grave si Don Camilo le ha dejado pasar –pronunció m