LA MIRADA DE LA CULTURA
-Oh, perdone, gracias. No, no por favor, usted primero, muy amable, siempre amables, maravilloso miércoles ¿verdad? Disculpe si le rozo, ya sabe usted, el trasero que es incontrolable y yo que me voy agrandando.
La estudiante de Sudán recorría los espacios de ropa, y más ropa. Los armarios de miles de personas vestidas a la última volcados por el perchero de la magna tienda.
Después a clase y cotilleos de maleducadas mexicanas entrometiéndose en su vida.
-Oh, vaya estás embarazada, ¿Qué edad tienes? -dijeron las urracas cuarentañeras deseando toparse con algún desarreglo cultural escandaloso.
-Veinticinco
-Y ya estás casada... vaya... ¿Y tu marido, es de tu misma edad?
-No, él tiene cuarenta y dos -las dos empezaron a comer encantadas tanta diferencia cultural y como pequeñas Indiana Jones de los marujeos empezaron a aventurarse por la vida de la sudanesa.
-¿Y dónde os conocisteis? ¿Aquí (EEUU) o en tu país?
-Bueno, él vino y nos casamos en mi pueblo -la chica no se atrevía a gritarle a aquellas dos que eran unas insoportables y siguió contestándoles educada y primorosa.
Las dos se enzarzaron en la explotación del souvenir de Sudán que tenían frente a sí. Encantadas de ser unas mexicanitas que se casan y se descasan a placer, que posponen los hijos según las fechas del calendario laboral, y que viajan como siamesas dejando a sus maridos con la incógnita de su regreso al hogar.
-Y díme, ¿Quieres a tu marido? -avanzó una de ellas con la sonrisa de la que trata de perturbar la paz de un sueño. -Uf y no tienes calor, pleno julio y tú con esos faldones y mangas para cubrir tu piel casta.
-No, no tengo calor.
La sudanesa se explayó con una sonrisa larga, sincera y culta.
-Estoy acostumbrada.
Y remitió otra de esas sonrisas a sus labios.
-Ahora quiero hacer un máster en arquitectura.
-Uff, ¿y podrás bregando ya con un hijo?
La sudanesa las miró: mirada de una cultura a otra cultura.
Sin entender esas tirillas de tela rancia por donde asomaban unos brazos sin pudor y vergüenza ante la exposición pública, esos pantalones cortos en los que se agitaban unas piernas ridículas, los ojos subrayados, como los apuntes de clase, con un lápiz de color y la cara con varias manos de pintura.
Por eso volvió a sonreír, y se guardó las preguntas.
La estudiante de Sudán recorría los espacios de ropa, y más ropa. Los armarios de miles de personas vestidas a la última volcados por el perchero de la magna tienda.
Después a clase y cotilleos de maleducadas mexicanas entrometiéndose en su vida.
-Oh, vaya estás embarazada, ¿Qué edad tienes? -dijeron las urracas cuarentañeras deseando toparse con algún desarreglo cultural escandaloso.
-Veinticinco
-Y ya estás casada... vaya... ¿Y tu marido, es de tu misma edad?
-No, él tiene cuarenta y dos -las dos empezaron a comer encantadas tanta diferencia cultural y como pequeñas Indiana Jones de los marujeos empezaron a aventurarse por la vida de la sudanesa.
-¿Y dónde os conocisteis? ¿Aquí (EEUU) o en tu país?
-Bueno, él vino y nos casamos en mi pueblo -la chica no se atrevía a gritarle a aquellas dos que eran unas insoportables y siguió contestándoles educada y primorosa.
Las dos se enzarzaron en la explotación del souvenir de Sudán que tenían frente a sí. Encantadas de ser unas mexicanitas que se casan y se descasan a placer, que posponen los hijos según las fechas del calendario laboral, y que viajan como siamesas dejando a sus maridos con la incógnita de su regreso al hogar.
-Y díme, ¿Quieres a tu marido? -avanzó una de ellas con la sonrisa de la que trata de perturbar la paz de un sueño. -Uf y no tienes calor, pleno julio y tú con esos faldones y mangas para cubrir tu piel casta.
-No, no tengo calor.
La sudanesa se explayó con una sonrisa larga, sincera y culta.
-Estoy acostumbrada.
Y remitió otra de esas sonrisas a sus labios.
-Ahora quiero hacer un máster en arquitectura.
-Uff, ¿y podrás bregando ya con un hijo?
La sudanesa las miró: mirada de una cultura a otra cultura.
Sin entender esas tirillas de tela rancia por donde asomaban unos brazos sin pudor y vergüenza ante la exposición pública, esos pantalones cortos en los que se agitaban unas piernas ridículas, los ojos subrayados, como los apuntes de clase, con un lápiz de color y la cara con varias manos de pintura.
Por eso volvió a sonreír, y se guardó las preguntas.
Comentarios
¡Primer! :) Un saludo.
Tururu tururá, que empiece el finde ya!
Un beso
Muchos besos Lynn y pa´lante!
Mar.
http://www.fantagraphics.com/artist/losbros/losbros.html
y no es necesario tanto choque cultural para el cotorreo...
Ary, pues no, faltaría más, eso no tiene que decírtelo nadie, pero yo traslado aquello simplemente porque sucedió. Sin más, porque no hay más.
Vaderetro, la técnica la puedo usar yo también?? No sé si me llamarán desvergonzada las señoras de los señores.
Pues sí, Su, a la orden del día. Qué se le va a hacer, es un vicio cómodo.
Gracias, Mar, por tus ánimos poque nos quedan más de dos meses por delante. Esto es una carrera desgaste.
Y por fin, Jerjes, que no dejes de pensar en ese Bannner que ya tienes casi listo para mí, que lo sé, es mi regalo para cuando traspase el umbral de los 100, de los 100 votos.
El primer párrafo no lo entiendo bien, pero mira, como que le da ritmo. No es una prosa clásica la tuyo sino más bien innovadora.
Besos
Y el principio? Bueno, es una introducción algo confusa lo reconozco.
bye
Aprovecho para refrendarte mi voto diario; las puertas virtuales de La Otra Chilanga están abiertas para ti y quienes te leen (en realidad para todxs, pero ustedes están especialmente invitadxs).
Están pasando a una cosa así como
"yo creo que como vives tú no es posible vivir, asi es que voy a hacer todo lo posible porque así sea: para tener razón y decirle al mundo ¿ves como lo que tú haces no va bien?" Es la lógica del retraso mental.
Ojo con esa gente.
Lo digo por experiencia.
que me estáis haciendo perder puestos con tanto cariño en lo personal...
:-)
Un beso.
Un beso