EL DES-DIGNADO

El hombre reprendió con la mirada al periodista.
Estaba haciendo la corte al político. Todo sonrisas, como un muñecote programado para seducir y adular los oídos del político, y el político, con un aspecto mal conjuntado, creyó que todo lo que oía era sincero.
El hombre siguió reprendiendo con los ojos al periodista, pero empezaba a sentir que aquello era una arma insuficiente, necesitaba la contundencia de zarandearlo, moverlo hacia arriba y hacia abajo para descubrir por donde quedaban la dignidad, el orgullo, y la objetividad.
-No sé quizás haya perdido todo eso por aquí cerca, es natural, con tanta gente y tanto empujón quizás se le hayan caído al suelo y estén en cualquier rincón.
De modo que el hombre solidario con aquel ridículo periodista inspeccionó el lugar atrancando los ojos en todos los puntos del recinto por donde se movía o se había movido aquel mequetrefe.
Las aglomeraciones le atraían porque bajo los pies se pisotean muchas cosas de valor que luego son encontradas despanzurradas por sus impotentes dueños.
-A ver?? Comenzaré a buscar la dignidad, seguro que es lo primero que ha perdido porque ahora mismo está rebasando unos niveles de perro faldero inconcebibles.
Mientras tanto, el periodista seguía proclamando a todos sus interlocutores que había perdido la dignidad:
-Oh, señora Consellera, no se nota para nada que hoy sólo ha dormido dos horas y que ha estado de juerga toda la noche. Qué trabajo más duro el de ustedes, siempre con sus relaciones sociales intempestivas en pro del avance de sus comunidades.
La política le miró, y nosotros la miramos a ella porque exhibía una barriga como la proa de un barco, realzada por una estrecha y contrahecha camisa, mientras que sus piernas se escudaban en un pantalón que la ceñía peligrosamente.
El hombre detuvo un momento su búsqueda, observó al periodista, reprobó su actitud, se quejó de las dificultades que entrañaría reparar esa dignidad y reanudó la búsqueda mosqueado con las multitudes que seguían arribando y nublando con su presencia todos los espacios.
De pronto, el hombre decidió doblar por otro camino de búsqueda:
-Perdonen -se dirigió a un voluminoso grupo de hombres y mujeres enchaquetados hasta las neuronas- ¿Ven aquel muchacho de allá?
Todos giraron su mirada en la dirección correcta.
-Bueno, pues es un periodista. Pero, el pobre ha perdido la dignidad y la objetividad, entre otras cosas. ¿Pues no acaba de decirle a ese mujer que está maravillosa? Lo siguiente, que es mucho peor, será alabar todas sus petardadas políticas.
Todos giraron la vista hacia la consellera y observaron su proa forrada con una desafortunada camisa.
-Debo encontrar la dignidad de ese chico, su objetividad, no puede ser un pelele juntando letras propagandísticas. Ha de meter caña al poder. ¿Me comprenden? -en la mirada del hombre colgaba el anzuelo de la solidaridad, del amor propio, y de la justicia.
El cúmulo de hombres y mujeres enchaquetados movieron sus cabezas con pesar, y tras unos segundos de reflexión se anexionaron al movimiento liderado por aquel hombre.
"La justicia siempre encuentra aliados"-pensó mientras repartía inteligentemente a sus nuevas huestes por la zona.
De modo que una masa enchaquetada auspiciada por un desenchaquetado empezó a desperdigarse por toda el área. Unos buscaban el orgullo, otros la objetividad, y solamente el adalid de todo aquello buscaba la dignidad.
-Creo que hemos encontrado la objetividad -soltó el cabecilla de uno de los dos grupos mientras traía con repulsión unas desmembradas gafas con restos de chicle pegado a las patillas.
-Bien, bien!- exclamó alentado el hombre- póngaselas, póngaselas... rápidamente.
Se las pusieron, todos a una, coordinación de doce manos pulsando sobre la nariz del periodista.
Después le pusieron la dignidad, que era un sombrero de copa allanado por los pasos de la multitud.
Después, el orgullo que era un diploma de una importante Universidad del Mundo y que le otorgaba méritos indescriptibles.
Después, dieron todos unos pasos hacia atrás para comprobar el resultado, escucharon con tensión y ambiente hitchockniano las primeras palabras que el periodista entabló.
-Pues sí, señora Consellera, desde que está usted gobernando todo está más patas arriba que nunca, y por nada del mundo me iría a comer con usted y su partido. No me quiero intoxicar la objetividad.
Estaba haciendo la corte al político. Todo sonrisas, como un muñecote programado para seducir y adular los oídos del político, y el político, con un aspecto mal conjuntado, creyó que todo lo que oía era sincero.
El hombre siguió reprendiendo con los ojos al periodista, pero empezaba a sentir que aquello era una arma insuficiente, necesitaba la contundencia de zarandearlo, moverlo hacia arriba y hacia abajo para descubrir por donde quedaban la dignidad, el orgullo, y la objetividad.
-No sé quizás haya perdido todo eso por aquí cerca, es natural, con tanta gente y tanto empujón quizás se le hayan caído al suelo y estén en cualquier rincón.
De modo que el hombre solidario con aquel ridículo periodista inspeccionó el lugar atrancando los ojos en todos los puntos del recinto por donde se movía o se había movido aquel mequetrefe.
Las aglomeraciones le atraían porque bajo los pies se pisotean muchas cosas de valor que luego son encontradas despanzurradas por sus impotentes dueños.
-A ver?? Comenzaré a buscar la dignidad, seguro que es lo primero que ha perdido porque ahora mismo está rebasando unos niveles de perro faldero inconcebibles.
Mientras tanto, el periodista seguía proclamando a todos sus interlocutores que había perdido la dignidad:
-Oh, señora Consellera, no se nota para nada que hoy sólo ha dormido dos horas y que ha estado de juerga toda la noche. Qué trabajo más duro el de ustedes, siempre con sus relaciones sociales intempestivas en pro del avance de sus comunidades.
La política le miró, y nosotros la miramos a ella porque exhibía una barriga como la proa de un barco, realzada por una estrecha y contrahecha camisa, mientras que sus piernas se escudaban en un pantalón que la ceñía peligrosamente.
El hombre detuvo un momento su búsqueda, observó al periodista, reprobó su actitud, se quejó de las dificultades que entrañaría reparar esa dignidad y reanudó la búsqueda mosqueado con las multitudes que seguían arribando y nublando con su presencia todos los espacios.
De pronto, el hombre decidió doblar por otro camino de búsqueda:
-Perdonen -se dirigió a un voluminoso grupo de hombres y mujeres enchaquetados hasta las neuronas- ¿Ven aquel muchacho de allá?
Todos giraron su mirada en la dirección correcta.
-Bueno, pues es un periodista. Pero, el pobre ha perdido la dignidad y la objetividad, entre otras cosas. ¿Pues no acaba de decirle a ese mujer que está maravillosa? Lo siguiente, que es mucho peor, será alabar todas sus petardadas políticas.
Todos giraron la vista hacia la consellera y observaron su proa forrada con una desafortunada camisa.
-Debo encontrar la dignidad de ese chico, su objetividad, no puede ser un pelele juntando letras propagandísticas. Ha de meter caña al poder. ¿Me comprenden? -en la mirada del hombre colgaba el anzuelo de la solidaridad, del amor propio, y de la justicia.
El cúmulo de hombres y mujeres enchaquetados movieron sus cabezas con pesar, y tras unos segundos de reflexión se anexionaron al movimiento liderado por aquel hombre.
"La justicia siempre encuentra aliados"-pensó mientras repartía inteligentemente a sus nuevas huestes por la zona.
De modo que una masa enchaquetada auspiciada por un desenchaquetado empezó a desperdigarse por toda el área. Unos buscaban el orgullo, otros la objetividad, y solamente el adalid de todo aquello buscaba la dignidad.
-Creo que hemos encontrado la objetividad -soltó el cabecilla de uno de los dos grupos mientras traía con repulsión unas desmembradas gafas con restos de chicle pegado a las patillas.
-Bien, bien!- exclamó alentado el hombre- póngaselas, póngaselas... rápidamente.
Se las pusieron, todos a una, coordinación de doce manos pulsando sobre la nariz del periodista.
Después le pusieron la dignidad, que era un sombrero de copa allanado por los pasos de la multitud.
Después, el orgullo que era un diploma de una importante Universidad del Mundo y que le otorgaba méritos indescriptibles.
Después, dieron todos unos pasos hacia atrás para comprobar el resultado, escucharon con tensión y ambiente hitchockniano las primeras palabras que el periodista entabló.
-Pues sí, señora Consellera, desde que está usted gobernando todo está más patas arriba que nunca, y por nada del mundo me iría a comer con usted y su partido. No me quiero intoxicar la objetividad.
Comentarios
¿Dóonde se consigue ese sombrero plano? Creo que en estos días esificil de conseguirlo, es más está en franca extinción...¿no crees?
mi voto de hoy
Un saludo!
mi voto de hoy como siempre, quiero ver una foto con la estatuilla ganadora de este precioso lugar!
saludos!
por mis muelas
que en cuanto tenga un respiro
te leo.
Aaaaay. Perdón.
Por desgracia dudo mucho aquello de que "la justicia siempre encuentra aliados", no lo veo yo mucho vamos.
Sigue así chiquilla
Si lo encuentran, devuélvanmelo, por favor. Pueden quedarse con todo lo demás, total, tampoco lo uso.
BUENAS NOCHES
Saludete.
Yo quise estudiar periodismo..pero para entrar me pedian que tuviera otra carrera de comunicación hecha y bueno pues la saqué y al final desistí la idea de meterme a periodismo.. seria dificil porque soy muy rebelde y no me gusta que me manipulen...asi que a la mierda el periodismo objetivo y real.
muchos besos, ando de ronda a ver si me meto un galon de alcohol .. jajaja..
que usted duerma bien.. que a mi me falta unas horas.
Pero prometo empaparme del tema y comentarte en breve.
Buenísimo, Lynn. A mi también me han utilizado, pero esta vez los kleenex son los que se aprovechan de mí. Tengo un gripazo de muerte.
Sólo una puntualización... "La justicia siempre encuentra aliados" jejeje Excepto cuando se interpone el amiguismo.
Saludos salvajes
Un saludo, mientras tanto!
saludos mi voto de hoy!
Buen salvaje, la justicia, todos sabemos, que anda muy mal de relaciones públicas, no?
Deni, gracias, sobre todo porque de vez en cuando me metes caña.
Dani, todo es ficción con muchas dosis de realidad. Hay muchas clases de periodismo, no te desmoralices.
A todos los demás os voy a pedir que me indultéis de las respuestas de esta entrada.
Si alguien no me indulta que me lo diga y le contestaré contrita.
bye
¿qué te pasaba por aquí?
Cuánto lamento haber estado perdida estos días de exámenes.
Un besillo.
Lo de la "objetividad" me gusta que lo toques. Algo que siempre me ha tenido preocupada. Y siendo periodista seguro que hay mucho que se puede escuchar de tu boca.
Un beso niña.
Y que no te lea que estás triste.... (Sobre todo que no te lea tarde.)
bueno bonita pasaba rodando.