LAS DOCE CAMPANADAS

Tenían que sonar las doce campanadas para que la pesadilla terminase. ¿Dónde están las doce campanadas?
- Al final del contrato -responde una voz cuyo dueño es el mundo.
Imagínense qué sabio era entonces ese hilo de voz que se expande desde el núcleo de la tierra (pues replicaba nada más y nada menos que el mundo)Desde su propio núcleo, ese que una vez exploró Julio Verne con esos personajes incansables aferrados al lomo de las invenciones del francés.
Como decía, el tipo es incapaz de hablar, de defenderse y parece que la batalla la tiene ganada el que parlotea.
El hablante es un ser apoltronado en una butaca enorme para atender las necesidades de espacio de su trasero, mientras que para su cerebro habría hecho falta solamente unos milímetros de cráneo. Más (espacio) equivalía a un despilfarro de hueso.
Pero el tipo, el que calla y asiente, trincha a sus adversarios en el papel. Inserta las palabras como agujas precisas sobre los puntos más dolorosos, hace llorar a la carne con tanta palabra que empuña.
El hablante dice:
-Y te pido que cumplas con mi empresa. No sé quién era Charles Foster Kane, no me suena para nada Dostoievski, no sé sobre qué palo de escoba viajaba Torcuato Luca de Tena, pero tengo un periódico. Menudo verso pomposo formo con mi nombre y el título de director de este medio.
El tipo sigue ahí, mudo por fuera, y dicharachero por dentro.
Silencio en su boca, y burla e ironía hablando por las neuronas de su cerebro. Arman tanto jaleo, que una de ellas amonesta a la demás:
-Callad, callad, sigamos oyendo lo que dice éste que tengo la barriga con terremotos de risa. Ay, somos tantas que necesitamos espacio...
-Ay, pero mira ahí -dice una de ellas, estirando su dedo neuronal como un E.T.E hacia la testa del hablante- En esa cabeza sí que están anchas; el viento corre dibujando surcos en la arena, padres e hijos pueden pasarse semanas sin verse, y el eco domina el aire como en el Gran Cañón del Colorado.
Después, el hablante encarama una sonrisa al rostro, la deja tanto tiempo ahí que empieza a avanzar un estado de descomposición por ella. Está medio putrefacta, al rato empieza a oler como un muerto.
Más tarde, el tipo, que no habla pero nota el rugido de sus neuronas en plena faena de matanza al ser apoltronado, se va. Cierra la puerta, y deja una sonrisa fresca, lozana, recién pescada, tomando el sol en los labios.
Cuando llega al coche, su sonrisa huele a rosas, y prácticamente puede oír las doce campanadas preparando el impulso de su don, don.
- Al final del contrato -responde una voz cuyo dueño es el mundo.
Imagínense qué sabio era entonces ese hilo de voz que se expande desde el núcleo de la tierra (pues replicaba nada más y nada menos que el mundo)Desde su propio núcleo, ese que una vez exploró Julio Verne con esos personajes incansables aferrados al lomo de las invenciones del francés.
Como decía, el tipo es incapaz de hablar, de defenderse y parece que la batalla la tiene ganada el que parlotea.
El hablante es un ser apoltronado en una butaca enorme para atender las necesidades de espacio de su trasero, mientras que para su cerebro habría hecho falta solamente unos milímetros de cráneo. Más (espacio) equivalía a un despilfarro de hueso.
Pero el tipo, el que calla y asiente, trincha a sus adversarios en el papel. Inserta las palabras como agujas precisas sobre los puntos más dolorosos, hace llorar a la carne con tanta palabra que empuña.
El hablante dice:
-Y te pido que cumplas con mi empresa. No sé quién era Charles Foster Kane, no me suena para nada Dostoievski, no sé sobre qué palo de escoba viajaba Torcuato Luca de Tena, pero tengo un periódico. Menudo verso pomposo formo con mi nombre y el título de director de este medio.
El tipo sigue ahí, mudo por fuera, y dicharachero por dentro.
Silencio en su boca, y burla e ironía hablando por las neuronas de su cerebro. Arman tanto jaleo, que una de ellas amonesta a la demás:
-Callad, callad, sigamos oyendo lo que dice éste que tengo la barriga con terremotos de risa. Ay, somos tantas que necesitamos espacio...
-Ay, pero mira ahí -dice una de ellas, estirando su dedo neuronal como un E.T.E hacia la testa del hablante- En esa cabeza sí que están anchas; el viento corre dibujando surcos en la arena, padres e hijos pueden pasarse semanas sin verse, y el eco domina el aire como en el Gran Cañón del Colorado.
Después, el hablante encarama una sonrisa al rostro, la deja tanto tiempo ahí que empieza a avanzar un estado de descomposición por ella. Está medio putrefacta, al rato empieza a oler como un muerto.
Más tarde, el tipo, que no habla pero nota el rugido de sus neuronas en plena faena de matanza al ser apoltronado, se va. Cierra la puerta, y deja una sonrisa fresca, lozana, recién pescada, tomando el sol en los labios.
Cuando llega al coche, su sonrisa huele a rosas, y prácticamente puede oír las doce campanadas preparando el impulso de su don, don.
Comentarios
en cuanto a las 12 campanadas, sabremos por quien suenan algun dia?
saludos!
Besos de miércoles
Lady Bourbon
Un saludo.
Besos.
¿Cómo se puede ser director de un periódico, que no sea el Marca, y no saber quién es Kane o Dostoievski (lo de Torcuato Luca de Tena tiene un pase Lyn)?. Era lógico que el oyente, el que no se pronuncia, el que calla pero no otorga, se llevara las campanadas con él.
Un buen texto Lyn, besos.
En ello estoy, Persio, se admiten sugerencias.
Por Heminghay, Mireia???
Sí, sí, ya he visto que tú eres el kafkiano, y yo soy la edad kafkiana y mi nick no tiene nada que ver con Kafka. Me gusta escalar y hay una tal LYNN HIll que es un mito de la escalada, y por eso y una larga historia...¿Te he ayudado en algo, Galindo?
La autora no quiere decepcionar y decepcionarse con un mal final, tengo que pensar, Deni.
Uy, Gregorio, has captado toda la idea y eso mismo pienso yo. El detalle era importante, gracias por darte cuenta de su ignorancia.
Saluditos!
Gran entrada!
No, no, Tootels, esto sigue, las doce campanadas suenan para otra cosa que tengo que decidir.
Pues es todo lo que dices, Cronopio. Se termina algo para empezar otra cosa, no??
besitos pero ya me pasaré con tiempo que me he perdido muchos post.
Muchas gracias.
Uy, valle de montañas librescas... todos los blogs con tanta actualización se están poniendo tremendos, por cierto, se aceptan propuestas de finales para la preparación, Chilanga.
Un beso!
De este texto, la verdad, no sé que comentarte...me resulta muy confuso, lo siento.
Besos
Julio Verne y sus viajes de encuentros y magia.
Saludos.
Bueno, si te resulta confuso, Jerjes, no hay nada que sentir, a veces pasa y es bueno que me lo digas.
Pues qué suerte haber estado ahí. A mí me pilla muy lejos, cuando voy a visitar a mi hermana a EEUU, me tengo que conformar con NY que es mi puerto de entrada al país. Pero, yo quiero Yosemite y Gran Cañón. A ver cuando cuelgas una foto en tu blog...