El televisor y la Atlántida

Una vez el Señor Horacio vio un documental:
Un equipo de científicos excavaba en la arena de una playa paradisiaca, con las palmeras frunciendo sus cinturas, el agua delatando todo, mientras los miembros del grupo trataban de encontrar la entrada de una cueva que les daría la clave para encontrar la Atlántida.
El señor Horacio se maravilló, y la envidia encendió dos velas en sus ojos. Era un tarde de otoño con un sol mugriento entrando por la ventana, con un ruido de autovía pertrechada de hojalatas contaminantes y escandalosas. Todo eso componía la banda sonora del edificio, una música que no compuso John Williams y Vangelis, desde luego.
Tras esto, el señor Horacio se dirigió a la estantería, y se hizo con un atlas.
El atlas desplegó su pelambre de folios
Se fijó en el mar. En un hueco azul, "sospechoso, muy sospechoso", consideró, mientras los dedos dudaban sobre su barbilla.
-Sí, sin duda, ahí está la Atlántida, la he encontrado -anunció, al tiempo que pintaba con anhelo de corsario una equis.
Después se sentó en el balcón, con una cerveza endiosada en su mano.
"Cada uno tiene su manera de encontrar un continente perdido en una playa maravillosa", pensó, consolándose y vertiendo su mirada en una porción de su continente asfaltado.
Un equipo de científicos excavaba en la arena de una playa paradisiaca, con las palmeras frunciendo sus cinturas, el agua delatando todo, mientras los miembros del grupo trataban de encontrar la entrada de una cueva que les daría la clave para encontrar la Atlántida.
El señor Horacio se maravilló, y la envidia encendió dos velas en sus ojos. Era un tarde de otoño con un sol mugriento entrando por la ventana, con un ruido de autovía pertrechada de hojalatas contaminantes y escandalosas. Todo eso componía la banda sonora del edificio, una música que no compuso John Williams y Vangelis, desde luego.
Tras esto, el señor Horacio se dirigió a la estantería, y se hizo con un atlas.
El atlas desplegó su pelambre de folios
Se fijó en el mar. En un hueco azul, "sospechoso, muy sospechoso", consideró, mientras los dedos dudaban sobre su barbilla.
-Sí, sin duda, ahí está la Atlántida, la he encontrado -anunció, al tiempo que pintaba con anhelo de corsario una equis.
Después se sentó en el balcón, con una cerveza endiosada en su mano.
"Cada uno tiene su manera de encontrar un continente perdido en una playa maravillosa", pensó, consolándose y vertiendo su mirada en una porción de su continente asfaltado.
No tenía nada que envidiar a los del documental.
Comentarios
Una visión simple y llana de la vida ayuda mucho a humanizarse de nuevo.
Saludos salvajes.
Desde luego, el método del señor Horacio es el más cómodo. Y total, el resultado es el mismo.
saludos!
Desde luego todo perdidísimo, pero creo que el oro no se oxida...psss, Groucho.
Película muy afamada y muy pirateada?? es una adivinanza, tootels??
Y la equis bien marcada, Persio.
saludos a los cuatro
Digo yo que habrá hecho algún sacrificio, esfuerzo, etc... para llegar ahí.
En fin, efectivamente la Atlántida se puede busca en la mente de uno también, Lynn.
Y la Alquimia.
Y el Vellocino de oro.
Y el retrato de Dorian Grey.
Y El Dorado.
Sólo hay que ponerse a escribir.
Y escribir.
Y escribir.
Y escribir.
Formamos equipo, Lynn, a pesar de la distancia. Pero yo me pido la parte de viajar a islas maravillosas ¿vale?
Saludos salvajes.
Un beso, Lynn.
Un beso
http://elburladordemitos.blogspot.com/
P.D.: La Atlántida la referencia Platón...