El presidente de Israel

-Al Señor Einstein le han ofrecido la presidencia de Israel...
Esto era lo que se rumoreaba por los sacrosantos espacios de la ciencia, en esos laboratorios por donde se desparramaba el saber en cantidades industriales.
Un hombre bajo, encalado de blanco como una casita de las islas griegas, esparcía el rumor desde la plataforma de sus pulmones. A su paso, los anteojos se columpiaban en las narices a punto de perder el equilibrio por la estupefacción.
-¿Qué dice, Doctor Amelio? ¿Acaso Israel ha perdido el juicio? Einstein es uno de los nuestros, no se puede unir a la clase política, nos daremos de guantazos con el que ose llamarle presidente.
El Doctor Amelio era bajito, pero no estaba loco. Las cosas desde abajo se meditan mejor porque el sol se queda jorobando los cocoteros de los altos, y los hombres retaco siempre piensan a la sombra de los larguiduchos.
- Es verdad, es verdad - el doctor Amelio apuraba los últimos sorbos de aire que le quedaban en los pulmones.
Cuando todavía estaban así, abatidos por una pérdida peor que la que trae la muerte, apareció Albert, con su pelo atusado, teñidísimo de negro; una noche inestinguible donde antes había raudales de plata.
El Doctor Amelio y su interlocutor se miraron. Sin duda alguna acababan de ver pasar al flamante presidente de Israel.
Comentarios
saludos a todos
Besos
Existen solo dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy seguro.
Eso sí, ambos somos judíos. ¿Cree que me aceptaría como primer ministro? ¿Y como segundo ministro?
NUNCA MAIS
Siento no ser más locuaz, pero ando sin la Gran (porque dicen que es mujer) Internet.
Saludos