Martin buscando el Edén

Se llamaba Martin Eden. Era guapo, robusto como un roble centenario -aunque él tenía 21- y un marinero de ojos achicharrados por los cien mil horizontes exóticos por los que había navegado.
Era ignorante, pero tenía la suficiente sabiduría para saber que había que aprender e ilustrarse. De modo que se metió en las bibliotecas para comer libros durante meses y emergió con el sueño de que quería ser escritor.
Se curtió en mil batallas con las palabras, narró muchas historias que enfrascó en sus sobres con destino a los periódicos cuyos nada visionarios dirigentes le decían que no.
Pero él volvía a sus narraciones, y yo no soy quién para continuar, pues esta historia pertenece a Jack London.
Por cierto, perdonad mi ausencia pero es que esos días volvieron:
La vena quijotesca
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¡Nos leemos!