Los colores de la convivencia

Sigo sin saber si mi novela vale un haya muerta, si justifica su abatimiento a golpes de leñador...
Miento. Para mí, sí que lo vale:
Un bosque entero de hayas, aunque fuera el último bosque sobre la tierra; un pulmón de tocones reencarnados en millones de "mi novela"; un fin del mundo a lomos de un CO2 victorioso... porque no habría nada, nada para desintoxicar los cielos de su presencia.
Por culpa de mi novela, tendríamos que emigrar a otro planeta: todos seríamos inmigrantes y los extraterrestres nos harían firmar un contrato de respeto a sus costumbres, a su religión y su forma de vestir.
Y si son todos verdes; pues todos verdes, nos pintamos y se finiquitó la diferencia a golpe de titanlux.
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