LOS RESCOLDOS DE LA JUERGA

Hubo un tiempo en que los corresponsales tenían las pintas de Ernest Hemingway. Eran cultos, inquietos, viajados y estudiosos de la complejidad del hombre. A veces, lucían barbas blancas, ojos espejeados de azul, y un habano insertado en los labios como el mejor refugio para la vida bohemia del junta palabras.
Muchos te contaban sus refriegas con la vida en escritos de sentimiento magistral como París era una fiesta, obra póstuma del escritor redactada en medio de una apabullante juventud, y la proa de la torre Eiffel guardando cama todos los días en ese lecho de nubes parisienses.
El señor Hemingway era corresponsal de los diarios norteamericanos, el primer freelancer de la historia, y convivía con su mágica mujer, su mágico hijo y el perro más mágico, si cabe, de su hijo.
Allí se codeaba con Gertrude Stein, se topaba en un callejeo con James Joyce, y otros escritores de prosa deslumbrante y estelar.
Entonces… cómo no iba a ser París una fiesta, ahora, si paseas por el cementerio de Perè Lachaise puedes ver los rescoldos de la juerga.
Cierra los ojos y susurra:
Cierra los ojos y susurra:
Ser Hemingway, en París, en los años treinta.
Deseo concedido, si lees el libro.
Comentarios
A mí me encantó el libro de Vila-Matas 'Paris no se acaba nunca', que como sabes es la frase con que acaba el libro de Hemingway. Vila-Matas hace una semblanza autobiográfica de su periodo en París, pero, fiel a su estilo, entremezcla ensayo y narrativa, y cuanta muchas anécdotas sobre la presencia de esta generación de F.S.Fitzgerald y de Hemingway en París.
Un abrazo.
Me quedé con la historia breve de la literatura portátil...