¿...?

El perro se puso a ladrar. Era de noche y su mancha blanca en el pecho flotaba como un fantasma aguerrido... El resto de su cuerpo, de un marrón atigrado, no se veía: como si alguien hubiera apagado las luces en la mansión canina, sólo la mancha blanca danzaba con su "wof, wof", a cuenta de un "uhh, uhhh" fantasmal.
Cuando el hombre se aproximó a su can, el tren empezaba a pasar. Todo su tinglado interior se revelaba gracias a las lamparitas de los pasajeros... ¿Crees que dormían? Maldormían. Cuando la chica se subió en la estación de Bruselas, ya eran más de la una de la madrugada, y las almas interrailistas desparramaban sus miembros cansados por los curtidos asientos.
No fue fácil encauzar los pasos por aquel pasillo mordisqueado por pies, brazos y cabezas inconscientes. Después un asiento frente a una pareja fue la cama que el azar inventó para la chica.
Pasaron horas de sueño y, tras el cristal, cerca de las siete de la mañana, comenzó París.
Comentarios
Supongo que la "superreferencia" real es la inspiradora mancha blanca de mi perro; lo demás son recuerdos mutados geneticamente.
Saludos