-A éste, a este mismo -se dijo- Tiene todas las pintas de un hombre de acción, enterado y nutrido de la experiencia que da la vida. Esa barriga no se alimenta de comida sino de aventuras.
El periodisto le paró, arrinconó al vecino con su micrófono, insertándoselo en la panza como una vil espada, hacia la pared, hacia la contundencia de la no escapatoria, y empezó a desmadejar el ovillo de su cháchara:
-Bien, ¿Usted, quién es? En qué basa su día, a qué se dedica para seguir con vida sol tras sol? Su mujer está de acuerdo con su profesión? Dígame, no se calle, manifiéstese...
El vecino, un hombre de pueblo encorvado bajo una boina nostálgica, apoyado sobre un basto garrote seguramente confeccionado por él, se rascó tres veces el ángulo de la barbilla. Estaba callado, seguramente sorbiendo con perplejidad tanta mamarrachada vertida sobre sus oídos.
-Ah, un hombre callado -interiorizó el periodisto- uno de esos seres con las entrañas recubiertas de misterio y azares inconfesables.
-Pues yo... …
Comentarios
Bueno, tal vez esté justificado, ya que este año no tuvimos primavera...
Yo creo que son los mayores los que maltratan el tiempo. Los niños sólo juegan con él.
Saludos salvajes.