El hombre de zapatos marítimos

Los zapatones del hombre sonaban como si estuviera en la cubierta de un barco, ese chirrido evocaba la madera de un barco de Conrad o de un Martin Eden de Jack London. Le venían grandes y el plástico rezumaba sonidos marítimos. Siguió caminando por el vergel toscano. La carretera se estrechaba como un mal bicho, parecía que quería matar a los conductores en cada curva... Tenía curvas de Rita Hayworth y estrecheces de cintura de Escarlata O ´Hara. A su alrededor la Toscana se expandía como una maravillosa alfombra de Cachemira: era verde, salvaje, alta, arrebatadora y embriagadora como unos lingotazos a un jerez de John Wayne. Otro Jerez, otro jerez... y el Alfa Romeo se puso romántico ensartado en aquel paraje. El hombre de zapatos marítimos lo observó a lo lejos, al automóvil, enseguida lo engulló un zarpazo de maleza y vegetación. Era finales del mes de agosto y la ruta del chianti (un vino) continuaba recibiendo a toscos norteamericanos que aparcaban en aquellos casti