Las montañas de la locura para la piel

La chica superó su oblomovismo , una tendencia que por suerte no la amenazaba con una apoplejía, y fue a la perfumería a agasajar a su enamorado con un regalo hidratante. Allí se topó con una dependienta que la obsequió con una muestra de crema. -Póntelo por la noche y por el día..., bla, bla, bla. La chica ojeó lo entregado. Le habían despachado un sobre minúsculo que como una benditera sólo le serviría para remojar los dedos, santiguarse y dar gracias por el nuevo día. No daba para más aquella escuálida muestra a la que se le transparentaban los huesos y parecían oírse sus retortijones de hambre. Así que cómo la dependienta podía hablar de aplicaciones vespertinas y nocturnas... La compradora replicó, quería un poco de salud en el sobre, algo más de chichas, unos michelines saludables y algo acorde a su edad: no unas algas primas hermanas de la Vírgen de Lourdes, que no dejaban de ser unas benditeras y, para colmo y por suerte, todavía de visita innecesaria. Pero la dependie