El político entró en la sala. La mirada seria, un repaso a la concurrencia, como un militar inspeccionando a sus ejércitos. Miró su sillón, y fue a sentarse. Pronto quedó como un ángel con la aureola del tapiz rojo del respaldo sobresaliendo tras su figura. Quedaba bien con la sala, sobre todo con el sillón, combinaba con el cargo, su boca hacía juego con el micrófono nuevo y orondo situado ante él para engrandecer cada una de sus palabras, para que ningún oído se quedara sin percibir su clamor sabio. Sentado allí tuvo un par de minutos para examinar a su público. Primero al de la derecha. Uno nuevo. ¿Quién será?-se preguntó- Vendrá a quejarse. Le echaré si osa. Tiene pinta de sorprendido, seguro que es un votante. Le sonreiré ante la duda. El político sonrió, como un cachivache de sonrisas automáticas en estado de pruebas, la contrahecha sonrisa asustó al asistente, que miró hacia atrás empeñado y esperanzado en que aquello tuviera otro receptor. Después, el político se
-Soy bella, bella! Un hombre me ha mirado, he notado la lujuria en sus ojos, goteando, abriendo surcos entre la multitud sólo para verme a mí. Ella cerró el libro y lo lanzó. Dostoievski y sus Memorias del subsuelo se despanzurraron por el mármol, captando al momento la grosería del acto y la vileza de un suelo de baño sin fregar. Si hubiera podido parpadear, lo habría hecho, y si hubiera podido caminar se hubiera pirado a alojarse entre los estantes de la Biblioteca Pública donde al menos hay paz y salidas esporádicas al exterior. -Ah, era mayor -dijo sin desilusión-unos ochenta años, pero pertenece a la raza de los hombres y todavía será capaz de montar mujeres y engendrar hijos. Y su mirada... ah!, era de ésas capaces de excitarte, y volverte un riachuelo de aguas... -Calla -le gritó una voz sonrojada y candorosa- !Cómo puedes soltar tantas vulgaridades y recoge el libro del suelo! Te recuerdo que Dostoievski era también un hombre capaz de engendrar hijos. -Tú no lo entien
Quizás tenga una vena Heminghay , Orwell , Kafkiana , incluso Miller , Henry Miller , quien a pesar de esos desmadres con los aparatos reproductores de todas sus amigas, tenía principios y una ética quijotesca. Hoy no hay personajes, ni ficciones propulsando verborrea, o quería dar una vuelta por mi personaje, por mí misma y por lo que discurre por aquí dentro, centímetro a centímetro del alma. He dado varias vueltas por algunos blogs, me inquieta toda la hipocresía que he leído, los pegajosos comentarios que forran ciertos blogs. Todo es un marketing de halagos, de pamplinas pintadas de amistad, de trapicheos y corrupciones urbanísticas montando rascacielos de éxito... Lo confieso, he lanzado piedras a edificios de apartamentos en construcción de la cala de Finestrat de Benidorm , donde ya hay un par de mordiscos en la montaña y una maldita herencia de destrucción que se respira en el ambiente. Lo confieso, no me cuesta decir que esos son mis principios, no me cuesta dec
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